En el afán de alcanzar una pretendida igualdad en derechos y oportunidades, las mujeres han desembarcado en muchos espacios largamente considerados como reservados para el género masculino.
Así, es sorprendente ver el creciente número de mujeres en todas las profesiones, en los puestos políticos (nos guste o no, nuestra presidente es el mejor ejemplo local) y en actividades que, no hace mucho, parecían impensadas para el sexo débil.
Sin ir más lejos, hoy mismo leí en La Nación que será mujer uno de cada tres agentes en la futura policía porteña.
A pesar de todo, este acercamiento que en algunos aspectos parece real, no es en las cuestiones de fondo más que una triste y simple ilusión.
Basta con ver las publicidades de esta campaña para la marca de lavarropas Drean, la cual -paradójicamente- se denomina “La mujer de hoy”.
Subo solo dos porque como decía mi abuela, para muestra basta un botón, pero las obras son mas de dos y ninguna tiene desperdicio.
En una primera impresión, estos comerciales nos hacen pensar que todo ha cambiado y que las mujeres ya no están esencial y culturalmente condenadas a los quehaceres del hogar. Cada pieza publicitaria se destaca por una frase perspicaz relativa a aquellas cosas de las que esa mujer de hoy (aparentemente) ya no se ocupa, pero que ahora volvería a hacer. Por ejemplo, “la mujer vuelve a fregar” o “vuelve a usar la tabla de planchar”.
Estas expresiones nos dan la idea de que las mujeres dejaron de encargarse de esas actividades tan nobles y que, si por esas casualidades las vuelven a hacer, ya no es para fregar la mugre propia y la de los suyos, sino para “re-fregarse” a si mismas con una esponjita vegetal o tomar un (in)merecido baño de inmersión.
Sin embargo, la impresión inicial es solo una confusión, talvez inducida por el nombre mismo de la campaña ya que el contenido de la publicidad no muestra la mínima variación en el concepto. No hay detrás de todo un cambio de mentalidad, una redistribución de roles.
La mujer no ha dejado de ser la responsable natural (¡) y espontánea de las tareas domesticas, no ha dejado de fregar o de esforzarse por la limpieza porque se haya roto ese lazo inmaterial que la une incunablemente con ese destino. Si ha dejado de hacerlo, es tan solo porque ahora tiene un lavarropas que lo haga por ella.
El mensaje es muy claro: “Dedicate a vos misma….. total, de la ropa se ocupa tu Drean”.
Me aturde el uso del posesivo.
Algunos pensarán que se trata más de una cuestión semántica, pero el “tu” no es casual. Subliminalmente nos recuerda que el lavarropas es de ella, le pertenece por derecho propio. Punto.
Aunque parezca que todo ha cambiado, todo sigue igual. En el gatopardismo de las mujeres de este siglo, ellas podrán gobernar países, dirigir empresas, ser astronautas o miembros de las Fuerzas Armadas. Podrán fumar habanos, usar corbatas y tomar viagra, pero siempre y hasta el infinito seguirán siendo dueñas del arte de lavar la ropa, entre otros menesteres.
No importa cual sea el grado de igualdad. Los varones jamás tendrán el dominio pleno sobre un lavarropas, jamás comprarán uno. Por esta razón también, nunca serán destinatarios de una publicidad de Drean.
Después de entrenar, votar una ley o decidir la fusión de una empresa ellas volverán sumisas y cansadas a llenar un cuadradito con jabón en polvo y otro con suavizante. Ellos en cambio y como suena lógico, irán a un laverap o a la tintorería de camino al golf o al torneo de futbol de Nordelta.