24 abril, 2008

Que ganas de romper el televisor contra la pared

La publicidad, sobre todo la televisiva, es un universo incompresible para mí.
Inversiones de cifras siderales con personajes cuidadosamente seleccionados, persiguiendo incansablemente la originalidad. Certámenes y concursos recorriendo el mundo, eligiendo sistemáticamente el mejor comercial, la mejor producción, la mejor idea.
El fin que lo justifica, claramente, vender. Vendernos. Vendernos una bebida, un perfume, un celular.
Pero mi incomprensión se vuelve casi insoportable cuando veo una publicidad que no termino de entender, porque a todas luces no tiene ningún sentido, o porque parece una broma a la sensatez de cualquier humano. Atónita, reflexiono y pienso que al menos me encantaría que en letras, no importa si son chiquitas, pasara también la dirección de mail del creativo que tuvo la brillante idea e imaginó que con semejante obra podría convencernos o influirnos, para mínimanente poder suplicarle alguna explicación.
Lamentablemente, lo única alternativa es agarrar el televisor y estamparlo contra la pared como un acto de desesperación.
La publicidad televisiva es retórica. No da derecho a replica; por lo menos no a los legos que no sabemos absolutamente nada de publicidad y que solo recibimos pasivamente la avalancha de ideas geniales que después de un proceso mas o menos jerárquico de decisión, alcanzan el aire.
Podría ponerme fundamentalista e invocar la dignidad o el respeto a los potenciales consumidores, pero no hace falta ir al extremo.
La cuestión es simple. La publicidad nos acusa de estupidez.
Ya no voy a destrozar mi televisor contra la pared para defenderme del insulto.
He aquí mi respuesta. Y el que quiera oír, que oiga.


1 comentario:

Daniel Serra dijo...

Hola, me gustó tu blog, lastima que no decis nada de vos. Por que el anonimato?